A Propósito de los Tatuajes…

El domingo en la mañana desperté prácticamente con la noticia de que un jovencito, hijo de una destacada presentadora y un carismático merenguero ido a destiempo, había muerto de manera violenta en la madrugada. A media mañana quise indagar un poco más sobre el tema navegando en la red. Para mi sorpresa, la mayoría de las noticias daban prioridad a informaciones supérfluas tales como el volumen de tatuajes y el número de piercings en su cuerpo, versus las circunstancias en que había sucedido este lamentable hecho, el cual le había privado de lo único que no se puede recuperar: la vida misma… En pocas palabras por lo visto lo relevante de la noticia no era la muerte del joven sino más bien lo “diferente” que era éste…

Siendo este un blog de corte empresarial, el tema que quisiera abordar en el día de hoy es la intolerancia, los paradigmas y los prejuicios en las organizaciones. Y quisiera iniciar con un planteamiento: Todos, en mayor o menor grado y lo aceptemos o no, somos intolerantes. De igual forma, tenemos prejuicios y paradigmas errados. El gran problema es que muchos de estos son tan aceptables en el entorno en que nos desenvolvemos, que perdemos la perspectiva no sólo del hecho de que los tenemos, sino de que estos no son correctos.

Una parte importante de las decisiones que tomamos a diario en las empresas están sustentadas en discriminación, intolerancia, paradigmas errados o prejuicios. Y lo ilustro con algunos ejemplos. Seguro que algunos de los lectores han visitado a una empresa en que todos los empleados parecen clones, los cuales visten, hablan y actúan similarmente. Es altamente probable que a estas alturas algunos de los lectores han rechazado un candidato para una posición bajo la premisa de que su perfil “no encajaría” en la cultura de la empresa. Seguramente que algunos de los lectores tienen un amigo que perdió un empleo por el hecho de haber emitido una opinión delante de la persona “incorrecta” en la empresa. Y probablemente que algunos de los lectores en algún momento han descartado inconscientemente la idea de un “jovencito” en la empresa, debido a que este “no tiene experiencia”.

¿Quiénes en algún momento no hemos asumido, basados meramente en nuestra experiencia, que determinadas posiciones son desempeñadas mejor por personas de un determinado sexo? ¿Quiénes no han dudado o incluso rechazado candidatos de cierta edad, bajo la premisa subjetiva de que este debe estar “amañado” o acostumbrado a ganar mucho dinero? ¿Quiénes no han escuchado a personas decir que prefieren contratar extranjeros para ciertas posiciones, porque los dominicanos son muy vagos o pocos confiables? ¿Quiénes no han visto personas descartar un curriculum con tan sólo ver la universidad donde esta persona estudió o peor aún, con tan sólo ver la foto? ¿Quién no conoce al menos un caso en que alguien ha sido contratado o promovido dentro de la organización basado en criterios de apariencia y buen manejo sólamente?

La lista de situaciones podría ser infinita… Sólo he mencionado algunos ejemplos para ilustrar mi planteamiento. La idea de este post no es convertirlo en un ejercicio de auto-flagelación y de aceptación de culpa, pues cada quien es dueño de su conciencia. El mensaje que he querido transmitir desde un principio es que el primer y gran paso para empezar a liberarnos de nuestra intolerancia, paradigmas y prejuicios es aceptar que, ya sean estos muchos o pocos, todos los tenemos. Sólo en la medida que los aceptemos podremos observarnos detenidamente a nosotros mismos y detectar esos pequeños instantes en que estos interfieren con la objetividad de nuestras decisiones. Es a partir de este paso que podremos empezar a liberarnos de estos y de esta forma seguir creciendo como profesionales y como personas.

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