Mi línea de trabajo profesional me permite interactuar a diario con muchas personas. Durante estas interacciones que van desde reuniones de trabajo con clientes, entrevistas a potenciales empleados hasta incluso actividades formativas, he podido identificar muchos rasgos comunes entre personas de diferentes posiciones, sectores y edades. Aunque intento enfocarme en encontrar los rasgos positivos comunes hay un grupo de éstas que siempre me ha llamado la atención poderosamente por sus características tan homogéneas: Me refiero a las personas que están “enchivadas” en el pasado. Digo “enchivadas” (y no anclados) en el pasado expresamente, pues su relación con el pasado es precisamente de esta naturaleza. Su pensamiento hace a veces intensos esfuerzos infructíferos por salirse de esas memorias del pasado y el esfuerzo sólo los deja aún más atascados en esa situación, llegando en un momento a resignarse a quedarse allí.
Las personas “enchivadas” en el pasado son aquellas que dedican enormes energías y tiempo a lamentarse sobre “lo que fue”. Son las típicas personas que hablan siempre en tono de lamento sobre aquella empresa en la que trabajaban hace 20 años y los increíbles beneficios que ésta daba a sus empleados. Y a veces ni siquiera se lamentan sobre otra empresa donde trabajaban, sino que muchas veces se lamentan de qué tan diferente es su misma empresa hoy día versus cómo era esta hace apenas años. También estas son las personas que te hablan en tono de nostalgia de aquel gran jefe o jefa que tuvieron hace muchos años, de la época cuando había compañerismo verdadero en las empresas, de los tiempos donde se podía “hacer carrera” y pensionarse con holgados beneficios, o de las cómodas condiciones de trabajo que antes había. Estos ejemplos, de muchos posibles, los comento sólo a título ilustrativo.
Siempre que converso con este tipo de personas, y en la medida de que el tiempo y la confianza me lo permiten, dedico un espacio dentro de la conversación para provocar un diálogo alrededor de este hecho tan interesante. Sin, por un asunto de delicadeza, evidenciarles que tienen un “síndrome de enchivamiento” les trato de explicar que la empresa que con tanto lamento añoran ya no existe, pues esta era un resultado de condiciones particulares que existían en ese momento y que probablemente hoy día ya no están ahí. Y que incluso, si la empresa no se hubiese adaptado a las nuevas condiciones es posible que ya no existiese. Les comento que quizás en muchas ocasiones esas mismas condiciones que ellos tanto añoran fueron precisamente las que provocaron que muchas empresas no tuviesen la capacidad de adaptarse y fracasaran. Con las personas que tengo todavía más confianza y que son de más avanzada edad, incluso me atrevo a insinuarles que el problema no está en la sábana y que es probable que durante esa época que ahora tanto añoran quizás ellos también se lamentaban de los tiempos anteriores.
Otro tipo de personas “enchivadas en el pasado” son las que han creado el hábito de auto-flagelarse por sus errores pasados. Son aquellas que no se recuperan jamás pensando en aquel gran trabajo que perdieron por haber dicho la palabra incorrecta en el momento incorrecto y pensando en dónde estarían hoy si tan sólo no hubiesen cometido aquel grave error o desliz. O las que se arrepienten de haber aceptado una promoción que las sacó de su zona de confort o un trabajo que no cumplió sus expectativas. Estas son las personas que, como los niños cuando están de castigo y se quedan viendo por la ventana a sus amiguitos jugar, están más pendientes de lo que sucede en la empresa donde trabajaban que en la que están actualmente. Esto por citar también dos ejemplos de muchos posibles.
Recordar el pasado no es malo. Todo lo contrario. Precisamente son las pasadas experiencias y sus aprendizajes las que perfilan nuestra personalidad y nos dan la experiencia para afrontar el futuro. Pero estar con el cuerpo en el presente y la mente en el pasado no es para nada productivo ni mucho menos emocionalmente saludable. Y sobre todo no nos permite estar alertas a las enormes oportunidades que nos brinda el futuro, y que tan sólo pudiésemos aprovechar si simplemente estuviésemos alertas y enfocados. Recordemos que nadie puede conducir hacia adelante el vehículo de su vida mirando por el retrovisor.
Al igual que todo el que conduce el vehículo de su vida y decide en algunos momentos entrar por senderos vírgenes y desconocidos (o sea, el equivalente a arriesgarse y cometer errores) todos estamos expuestos a sufrir en un determinado momento de “enchivamiento”. En el caso concreto del “enchivamiento en el pasado” las mejores herramientas para afrontarlos son el tener una misión de vida clara, tener la visión siempre adelante, ver el pasado como la gran escuela de la vida, una autoestima fuerte y sobre todo acompañarse de personas que no sufran del mismo síndrome. Pues respecto a esto último, a la hora de compartir nostalgias éste es uno de esos escasos fenómenos en la vida donde uno más uno es más que dos…