La “Reciprocidad Empresarial”…

Hace unos diez años trabajaba en una de esas jornadas extendidas en mi oficina en las que, aprovechando el silencio absoluto y la ausencia de distracciones avanzaba en un proyecto importante. Tratando de hacer una “pausa creativa” llamé a mis padres a su casa a saludarles. Mientras conversaba con mi madre le comenté que todavía estaba en la oficina a lo que ella sorprendida me respondió generando la conversación que les comparto a continuación:

Mi madre: ¿Y que haces tan tarde en la oficina? ¿Hoy no era la actividad de premiación que me comentaste en días pasados que te invitaron?
Yo: Sí pero estoy adelantando con un tema aquí en la oficina.
Mi madre: ¿Y no piensas ir aunque sea un rato al final?
Yo: La verdad es que no, pues me queda todavía un rato aquí en la oficina.
Mi madre: ¿Y el tema es urgente para mañana?
Yo: No realmente.
Mi madre: Mira mi hijo. ¿A ti te gusta que las personas que invitas vayan a tus actividades y eventos?
Yo: Si
Mi madre: Pues entonces ve a los de los que te invitan. Porque el que te invita es porque quiere que estés ahí y es posible que incluso dejó de invitar a alguien para invitarte a ti.

Confieso que mi primera reacción al comentario fue pensar que probablemente yo había sido invitado por estar en alguna base de datos. Pero luego pensé que si incluso ese fuese el caso, quienes me invitaron tuvieron la prerrogativa de excluirme. Y a medida que fui reflexionando sobre las palabras de mi madre no tuve otra opción que apagar mi computadora e ir a la actividad aunque ya esta hubiese empezado.

Prácticamente al instante de llegar y apenas pasé la puerta de entrada me topé de frente con quien en ese entonces era nuestra cliente más grande y cuya empresa había sido una de las galardonadas. Recuerdo como hoy la expresividad suya al abrazarme efusivamente emocionada y decirme: “Gracias por venir Ney, sabía que no faltarías. Te invité porque entiendo que gran parte de este reconocimiento que recibimos hoy es gracias a ustedes”. No tengo que describirles que me puse frio al escuchar ese comentario y pensar en el “papelaso” que hubiese hecho de no asistir a lo que era una actividad de mucha importancia para un cliente nuestro.

El aprendizaje de esa experiencia fue doble y hasta el día de hoy me dejó marcado. Por un lado mi madre me dio una lección breve e intensiva de “reciprocidad empresarial” (aunque el consejo aplicaba para cualquier faceta de la vida). Por el otro pude evidenciar con apenas treinta minutos de diferencia, la trascendencia y veracidad de esas palabras.

Luego de esa lección y con rigurosidad cuasi militar, siempre hago todos los esfuerzos posibles para poder asistir a todas la actividades que me invitan. Aunque esto implique en algunos casos sólo asistir para felicitar a la persona que me invita y/o agradecer el gesto. Y si por razones fuera de mi control o conflictos de agenda no puedo asistir, siempre trato de enviar una nota breve agradeciendo la invitación y disculpándome.

Realmente puse un ejemplo concreto y personal para ilustrar el tema. Pero el principio de la “reciprocidad empresarial” aplica para cada una de las facetas de un directivo o empresario. Existen casos de directivos cuyas empresas viven de los ingresos generados por su fuerza de ventas, que a su vez nunca reciben a vendedores de otras empresas. O sea, en pocas palabras quieren y dependen del hecho de que otros ejecutivos reciban a sus vendedores, pero ellos no los reciben. O incluso hay también casos de empresas que proveen productos a una empresa y por otro lado no consumen aunque sea algunos de los productos o servicios que esa otra empresa provee y que ellos necesitan. Y podría seguir con docenas de otros ejemplos.

Para inicio de este nuevo año propongámonos practicar un poco más la “reciprocidad empresarial”…

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