Mientras escribo este post estoy en el avión de regreso de haber participado en una de las experiencias más enriquecedoras e inspiradoras que he vivido en los últimos años: el haber asistido como jurado de las rondas semifinales del Global Student Entrepreneur Award (GSEA), evento realizado el pasado fin de semana en Frankfurt, Alemania por la prestigiosa Entrepreneurs Organization (EO). Esta competencia, única en su clase, enfrentó a 55 jóvenes universitarios emprendedores de todo el planeta a optar por uno de los tres premios.
Como jurado no pude tener mejores competidores presentando sus empresas. Ni uno solo de los jóvenes dejó de impresionarme. Entre esos se destacaron un jovencito filipino de 21 años hijo único, que, tras el derrame cerebral de su padre y los problemas coronarios de su madre, tuvo que asumir con 18 años las riendas de la pequeña tiendita de impresiones y fotocopiado de la familia. Y a pesar de esta gran responsabilidad sobre sus hombros esto no fue freno para que montase desde cero, y con todo el contenido programado por él, una empresa que imparte lecciones de computación a escuelas y colegios (y que ya tiene 14 clientes). Todo esto mientras a su vez estudia en la universidad la carrera de sistemas. O la joven keniana de 22 años, que es la primera de su familia y de su clan en ir a la universidad, y no conforme con este hecho meritorio de por sí, también tiene una empresa de marketing digital con 5 empleados. O el jovencito de un pueblo de Bután (confieso que tuve que “googlear” ese país para ubicarlo en el mapa) con un negocio de reciclaje de basura que, aparte de reducir drásticamente la contaminación en su comunidad y reeducar a su población, brinda trabajo a decenas de personas. O incluso la chica de 21 años de Bahrain, quien contra todos los tabúes que pueden existir en esas latitudes, a estas alturas ha montado nada más y nada menos que un negocio de diseño de joyas con presencia internacional.
Y de los ganadores que les puedo decir… El único adjetivo que se me ocurre para describir estos jóvenes es como “alucinantes”. El ganador del tercer lugar fue un joven estudiante de ingeniería de Pakistán que tras ver el poco acceso de prótesis de calidad que tenían las víctimas de ataques terroristas y soldados de su país, y el impacto de esta situación en su calidad de vida, conceptualizó y diseño de la nada varias prótesis mecánicas de alta calidad y a bajo costo para ciudadanos de su país y que ya está en fase de producción gracias al primer pedido (del ejército pakistaní si mal no recuerdo). La ganadora del segundo lugar fue una jovencita de 22 años de Malasia, estudiante de farmacia, que creó una plataforma online de ventas de libros que compara los precios de todas las librerías de su país y permite ordenarlos en línea de cualquiera de estas tiendas, y que ya tiene las principales cadenas de libros de su país montadas en el proyecto. Y el ganador del primer lugar, un jovencito de apenas 18 años estudiante de física y cuya madre sufrió cáncer de mama, que creó junto con dos compañeros más un dispositivo que se coloca en el brasier de la mujer y permite detectar a tiempo el cáncer de mama, y que, tras numerosas pruebas positivas, ya tiene un primer pedido del ministerio de salud de su país.
Los aprendizajes de esta gran experiencia fueron definitivamente muchos. El primero fue percatarme de que a pesar de que esta no era una competencia de emprendimiento social, casi todas las empresas que pude apreciar, de forma directa o indirecta, respondían a un modelo de negocio que a pesar de ser rentable resolvía un problema social de sus respectivos países. El otro aprendizaje que me llevo es que, viendo la calidad de estos jóvenes en sus presentaciones, la forma en que se desenvolvían con las preguntas del jurado y la claridad de sus propuestas de valor y sus modelos de negocio, me he quedado con la tranquilidad de que el futuro está en buenas manos. Y si a esto añado las muestras genuinas de colaboración y apoyo mutuo que vi entre estos jóvenes, que no podemos olvidar que estaban en medio de una competencia, no solo me atrevo a decir lo anterior, sino que me atrevo a especular que (contrario a todo lo que escucho decir sobre los millenials) esta es la generación que va a corregir todos los desastres que les vamos a dejar en el planeta, ya sea por acción u omisión (ojalá no sea muy tarde…). Pero la última y más importante lección fue la siguiente: Cuando le pregunté al chico mexicano de dónde le había surgido esa idea y donde había conocido a sus dos partners su respuesta fue: en el laboratorio de robótica del colegio. Ahí mismo reiteré mi teoría de como una educación que potencie los talentos (y no imparta contenidos generales) era la clave para germinar talentos como ese.
Por otro lado, otro aspecto que no dejó de maravillarme fue el apetito de aprendizaje de estos jóvenes. Durante la cena en la que se anunciaban los cinco finalistas las jóvenes de Bahrain y Kenia se sentaron en nuestra mesa y prácticamente no nos dejaron tomar un sorbo ni de agua haciéndonos preguntas y pidiéndonos consejos para sus negocios. Y en caso específico el joven de filipinas (que para mí fue el ganador indiscutible de mi ronda pero como es obvio los demás jueces no compartieron la opinión) me paró en dos ocasiones al día siguiente para preguntarme cómo lo había hecho y que pudo haber mejorado para ganar. Le di una respuesta que le alegró el día (y cuidado si la vida…) cuando le dije que desde mi punto de vista prácticamente nada pues yo le puse un 95. No recuerdo la última vez que había visto un rostro con tanta felicidad mientras se retiraba caminando hacia atrás haciendo reverencias con ambas palmas juntas y dando las gracias.
Como no todo puede ser color de rosa también me llevo un ligero sabor amargo de todo esto. Si bien llevamos una digna representante del país y algunas universidades locales se identificaron de lleno con la competencia local apoyando su difusión desde que se anunció hace diez meses, durante todo el proceso percibimos poco apoyo y hasta cierto punto apatía de algunas universidades para proponer jóvenes para participar en la competencia local (dos de las tres principales universidades del país ni siquiera propusieron candidatos…). Espero que esto cambie para las próximas ediciones.
Aunque esta historia no se trata de mí, no quisiera desaprovechar este post sin hacer públicamente por esta vía una propuesta que ya me hice. Luego de haber visto lo que estos jóvenes han logrado mientras cumplen paralelamente con los rigores de una carrera universitaria, prometo jamás volver a decir la frase “no tengo tiempo”. Así que si alguno de ustedes, me escucha alguna vez decirlo por favor me lo recuerda…