Hace poco más de una semana realizamos nuestro segundo High End Series. El día del evento fue precisamente el día que estaba anunciada la llegada de la tormenta “Chantal” y como era de esperarse amaneció muy lluvioso. Cuando llegué a la entrada del hotel fui recibido por una comitiva de mensajeros y choferes de la empresa, quienes por instrucciones mías, habían ido al evento a ayudar en su llegada a todos los participantes a los parqueos. De lo primero que pude percatarme cuando llegué fue que estaban todos allí. Recuerdo que por un momento pensé en los inconvenientes que probablemente gran parte de ellos tuvo que superar para llegar temprano al hotel un día como ese. Por ello, al final de la actividad y como gesto de gratitud instruí a la persona encargada de que, además de “despacharlos” temprano a sus casas, se les entregase un pequeño bono por su esfuerzo.
Al día siguiente me crucé con uno de los choferes, al que le pregunté en tono informal: “¿Ya le dieron el dinerito que les mandé?”. Éste me respondió de forma afirmativa y con una sonrisa que en efecto así había sido. Y luego de esto dijo una frase que me detuvo: “Pero más nos gustó lo otro.” Ante su respuesta y curioso sobre qué era “lo otro” (y pensando que se refería al hecho de haber dado instrucciones de que se fuesen temprano) le pregunté a qué se refería, a lo que él me respondió: “Me refiero a las gracias que usted nos dio por estar temprano y por nuestra colaboración durante el evento. Uno así trabaja con gusto”. Resulta que, finalizado el evento y al momento de irme, me dirigí a todos para decirles que yo estaba enormemente agradecido con su esfuerzo y que realmente valoraba mucho el apoyo que nos habían brindado con la actividad.
Yo había dado un bono, había “despachado” temprano y había hecho “lo otro” (manifesté mi gratitud de forma espontánea) y de todo eso, “lo otro” fue la gran diferencia…
A quienes nos ha tocado el honor y el privilegio de asumir posiciones de liderazgo (que si lo llevamos al sentido amplio de la palabra somos prácticamente todos, ya que seguro que en alguno de nuestros roles somos líderes) debemos entender y dimensionar siempre la gran responsabilidad que tenemos. Y esta responsabilidad es la de recordarle siempre a las personas que tanto ellos y su trabajo valen. Y mucho… Esto, a lo que algunos expertos denominan “salario emocional” cobra aún más relevancia en entornos como el nuestro donde en ocasiones, por más esfuerzo que hagamos, hay empleados cuyos ingresos no necesariamente les garantizan un estándar de vida del primer mundo.
No estamos hablando de que ahora, de repente y de la nada se pase las 8 horas laborables dando gracias, felicitando y elogiando. Pues todos los excesos son malos y la gente puede incluso extrañarse y tornarse escéptica ante su “cambio radical”. Tampoco hablamos de transformar de buenas a primeras su estilo de dirección (si usted es exigente siga siendo exigente, si es estricto siga siendo estricto, si es directo siga siendo directo, etc.) ya que si algo es “forzado”, aparte de notarse le agotará física y mentalmente. Lo que sí debe usted hacer desde ya mismo es procurar que su reforzamiento positivo sea cada vez más frecuente, sincero y espontáneo.
Les recuerdo también que el mismo principio aplica hacia sus compañeros o incluso hacia los superiores. Y respecto a esto último, olvídese de que los otros piensen que es para ganar méritos. Lo que está bien está bien hágalo quien lo haga, y los jefes también son seres humanos y necesitan reforzamiento positivo.
Hagamos del agradecer, felicitar, y elogiar un hábito. En otras palabras, hagamos de “lo otro” una parte intrínseca de nuestro estilo de dirección y nuestra forma de relacionarnos.