Volver a las Raíces

A propósito de la publicación la semana pasada en este blog (mi primera “Carta del Director” para GESTIÓN), algunas personas me han comentado que no han podido encontrar en www.gestion.com.do la segunda: El motivo es que fue sólo a partir de la tercera edición que la revista empezó a publicarse online. Para los que no la leyeron en ese entonces se las comparto por esta vía.

“Queremos algo breve pues ellos no resisten mucho rato sentados”, “Esto debe ser realmente impactante pues ellos entienden que ya lo han visto todo”. “Hay que integrarlos más pues gestionan sus áreas como islas y parece como si la competencia fuera entre ellos y no en el mercado”. “Necesitan tener más contacto con la gente de abajo”. “No creo que Don Sutano vaya al evento y si va será sólo por un par de minutos”. “Tenemos quince días tratando de presentarle esto a Don Fulano y no nos recibe”. Estos son los comentarios que escucho frecuentemente sobre los altos directivos de algunas empresas del país.

Quien escuche esto, se formularía la imagen de estas personas como dioses intocables, en tronos de oro y viendo el mundo desde una nube. Si no fuese porque he compartido informalmente con la mayoría, también creería lo mismo… En realidad se trata de personas afables, aterrizadas, sencillas, con grandes méritos y frecuentemente con  inspiradoras historias de superación. Entonces, ¿Qué hacen para que en la empresa exista esta percepción de ellos? ¿Qué esfuerzo están  haciendo para desarticular esta imagen? ¿Disfrutan estas personas de ese status quo o nadan en la corriente de una cultura que “ya era así” cuando llegaron? ¿Cómo llegaron a este punto de desconexión?

Responderlo todo sería ambicioso y por eso me limitaré a unas simples exhortaciones. Hay que volver a la época en la que ser jefe era un privilegio y un honor, no un título nobiliario. Donde dar muestras de que se era humano no implicaba perder autoridad, sino lo contrario. Donde pararse a hablar con el conserje para saber “cómo está la cosa” no restaba estatus. Donde la posición de jefe sólo tenía un fin: servir a los demás. Una época en que entendíamos que las posiciones, como todo en la vida, son temporales y que deben servir sólo para “dejar huella” mientras las tuvimos.

Debemos volver a la época en que ser asertivo con tu jefe no implicaba perder el empleo. Donde el sistema de “castas” no existía en las empresas. Donde el bien común de la empresa estaba por encima de intereses personales o departamentales. Donde nuestra conducta profesional era una extensión más formal de nuestra conducta personal y no se sufría un “cambio radical” al momento de pasar por la puerta. Una época donde existían mitos, hazañas, historias inspiradoras y anécdotas en las empresas. En definitiva, hay que volver a las raíces…

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