No quise escribir esta nota hasta que me sintiese lo suficientemente tranquilo luego de tan fuerte pérdida. Pues la sensación que me ha embargado desde que supe la noticia de su partida es que perdí un amigo. Probablemente los dominicanos figuramos entre las cinco nacionalidades que más fácilmente le damos el estatus de amigo a una persona. Basta con haber compartido minutos con una persona para incluirlo en nuestra gruesa lista de amigos. Pero, cuando pienso en el Dr. Covey, en su enorme influencia en mi persona, en el ejemplo de vida que me representó como hombre, empresario y padre, en los cortos pero intensos momentos compartidos en intimidad, en su eterna sonrisa y actitud, en su integridad y por qué no decirlo, en lo que ha representado para mí y mis empresas sinceramente no pienso en otro estatus que podría darle…
Corrían mediados del 2007, cuando un sábado en la mañana recibí una llamada de mi amigo Jorge Alvarado: “Ney, el Dr. Covey viene a Puerto Rico y se nos ha abierto un espacio para que el día antes pueda ir a República Dominicana. ¿Te interesaría hacer un evento con él? Debemos confirmar antes del mediodía”. Con el sí en la punta de la lengua, pero aún impactado por las implicaciones del compromiso a asumir, lo inesperado del planteamiento y la urgencia para confirmar, le pedí unos minutos para darle una respuesta. Justo cuando llevaba unos tres minutos pensando los “pros y cons” de tan enorme reto, pasó mi esposa delante de mí. Al verme pensativo me preguntó qué pasaba. Al responderle, recibí el último empujoncito que necesitaba para tomar la decisión de lanzarme. Su respuesta fue un certero: “Vamo arriba”. El resto es historia…
Por tres meses me entregué a este evento. Mejor dicho nos entregamos muchas personas en cuerpo y alma al reto. Lo que en principio fue casi un secreto de estado y manejado con una campaña de expectativa espectacular, un posterior intenso plan de marketing y comercial se convirtió finalmente en un magno evento. La receptividad fue tal que lamentablemente muchas personas no pudieron asistir por falta de cupo. Recuerdo como hoy cuando vi por primera vez al Dr. Covey el día antes del evento, y las vibraciones que sentí. Era un hombre con una sencillez a flor de piel, una simpleza de expresión extraordinaria, una absoluta flexibilidad a cualquier solicitud, una eterna sonrisa y una energía positiva impresionante.
Llegó el día de la conferencia, la cual dicho sea de paso coincidió con su cumpleaños número 75. Recuerdo esto porque pensé: “Caramba, cuán identificado puede estar una persona con su misión de vida personal como para el día de su 75 cumpleaños, y sin ninguna necesidad económica, pasarlo frente a una audiencia compartiendo su mensaje sobre la grandeza”. Esta conferencia fueron cuatro horas de reflexiones, mensajes, ideas, soluciones e inspiración que ninguno de los que estábamos ahí olvidaremos. Tanto por su profundidad como porque eran sinceras.
Agradezco al Dr. Covey muchas cosas. Pero lo que más agradezco es que, gracias al impacto tan positivo causado en tantas personas con tan magistral evento y tan impresionante la retroalimentación recibida, este éxito me haya inspirado y dado la confianza de seguir asumiendo el riesgo de traer al país figuras de talla mundial, ampliando así para siempre nuestra oferta de servicios. En pocas palabras este evento fue un antes y un después para INTRAS. Al punto de que tres años más tarde, y ya con un curriculum amplio de gurús y grandes pensadores de la gestión habiendo desfilado por nuestros eventos, tuvimos la oportunidad, o mejor dicho el honor, de traerle de nuevo al país.
Descanse en paz Dr. Covey. Y gracias sinceras. Su legado perdurará por generaciones y generaciones…