Hace justo cinco años que me senté a escribir esta “Carta del Director” para la primera edición de nuestra revista GESTIÓN. Se la comparto hoy con el mismo entusiasmo que la escribí en aquella ocasión y con la tranquilidad de ver que aún mantiene la misma vigencia que tuvo entonces.
En los últimos 15 años de vida profesional he tenido el privilegio de compartir “tiempo de calidad” con varios de los/as empresarios/as y emprendedores/as más importantes de nuestro país, de Latinoamérica y España. Personas que han fundado grandes empresas o importantes consorcios a partir de una idea, un sueño o una simple iniciativa. En mayor o menor grado, en cada uno de estos contactos he tratado de obtener la respuesta a estas interrogantes: ¿Qué han hecho y hacen ellos de forma diferente al resto de las personas? y ¿Qué “mueve” o motiva a estas personas para que a pesar de haber alcanzado el éxito e incluso el reconocimiento social, sigan creando y trabajando como el primer día? Quisiera compartir mis aprendizajes al respecto.
Los emprendedores exitosos están siempre enfocados. No dispersan su energía en diez actividades al mismo tiempo, sino en las dos o tres de mayor retorno sobre su esfuerzo. Tampoco dispersan energías en actividades cotidianas de escaso valor agregado y alta demanda de tiempo. Tienen las metas claras, el norte definido y conocen a fondo sus fortalezas y oportunidades de mejora. No les motiva el dinero o lo que éste puede comprar. Si ese fuera el caso, Warren Buffet, Carlos Slim o Bill Gates no se levantarían temprano todos los días a trabajar. El emprendedor verdadero obtiene su gratificación al crear, al transformar las cosas, al ser protagonista del antes y después de algo, al correr un riesgo y confirmar su capacidad para enfrentarlos y superar obstáculos. De igual forma, no permiten que los problemas los venzan o agobien al extremo de nublar su capacidad de superarlos, ni asumen el rol de víctima, son proactivos ante los cambios y el optimismo siempre brota de sus venas. Ven las dificultades como simples retos y jamás atribuyen sus fracasos a situaciones externas, sino a la forma como abordaron o enfrentaron sus situaciones.
Los emprendedores exitosos tienen bien arraigado el sentido de la trascendencia y del legado. Es decir, tienen la motivación interna de crear algo más grande que ellos y de lo que tanto ellos, como las futuras generaciones puedan sentirse orgullosos. Igualmente, al estar conscientes de que son triunfadores, los emprendedores exitosos son humildes y sencillos en sus planteamientos y acciones, pues saben que el generar envidia nunca les aporta nada bueno. Tampoco tienen miedo de decir frente a otros “no sé”, “no entiendo”, “me equivoqué” y “lo siento”.
De la misma forma, delegan, aunque les cueste a veces, pues saben que un mismo cuerpo no puede ocupar dos lugares en el espacio y que la única forma de crecer es cuando están pensando creativamente, no trabajando operativamente. No les cuesta compartir parte de su riqueza con sus colaboradores más cercanos, saben que el éxito compartido es la mayor garantía de una verdadera lealtad. Así también, se capacitan e invierten constantemente en su efectividad personal pues entienden que ellos mismos son su mayor activo y por ende deben preservarlo y actualizarlo. También velan por su salud física, bajo el entendido de que la salud de su empresa es directamente proporcional a su salud personal.
Por último, los emprendedores exitosos entienden que ya su rol no es sólo con él mismo, su familia, sus empleados o su entorno inmediato, sino con la sociedad en general, su país e incluso el mundo…