Hay lecciones que uno tiene la oportunidad de aprender muy temprano en su vida y que marcan para siempre todo su accionar. Una de éstas, la cual jamás se me ha olvidado, la aprendí alrededor del quinto o sexto de primaria en dos conversaciones prácticamente continuas con dos amigos, a quienes para fines ilustrativos llamaré por los nombres ficticios de Pedrito y María:
Primera conversación:
- María: ¿Tú conoces a Pedrito?
- Yo: Si claro. Está conmigo en natación. Somos amigos.
- María: Yo no lo soporto. Y ninguna de mis amigas tampoco. Hace un tiempo le hizo una travesura muy pesada a mi mejor amiga. Además todo el mundo dice que el que es, es un…¿Cómo es que se dice esa gente que no son sinceras y son de una forma delante tuyo y luego otra forma a tus espaldas?
- Yo: ¿Falsos?, ¿Mentirosos?, ¿Hipócritas?
- María: Eso mismo. Pedro es un buen hipócrita…
El incidente no hubiese pasado de esa simple conversación si no fuese porque apenas unos días después en natación tuve esta segunda conversación:
- Pedrito: Hola. ¿Qué hubo?
- Yo: Bien. Aquí…
- Pedrito: Oye. ¿Es cierto que tú estuviste hablando mal de mí con María?
- Yo (Sorprendido y tragando en seco): No. Ella fue que me habló de ti, yo ni hablé.
- Pedrito: Pues ella le dijo a su hermano que tú le dijiste que yo era un hipócrita. Y él me lo dijo…
La conversación con mi amigo Pedrito se extendió un poco más de allí. Pero para fines de lugar bastará decir que tomó cierto tiempo para que mi amistad con Pedrito volviese a ser la misma de antes. En pocas palabras, había simplemente abierto mi boca para ayudar a alguien a encontrar un vocablo que no le llegaba a la mente y terminé peleado con un amigo.
Lo que aprendí lo incorporé como regla de vida que a partir de otras experiencias se le sumaron otras tres que también comparto:
1) Si alguien te está hablando mal de otra persona y por motivos ajenos a tu voluntad no puedes evitar la conversación, cuídate de no emitir una sola palabra o juicio. Ni siquiera asientes con la cabeza.
2) Nunca te hagas eco de las palabras de terceros sobre otra persona y muchísimo menos sin haber comprobado la veracidad de esta información.
3) No digas nunca nada malo de alguien. Y menos si no tienes la seguridad y la capacidad de decírselo en su cara.
4) A la hora de confrontar y retroalimentar a una persona, jamás utilices comentarios u opiniones de terceros sobre esa persona para reforzar tu punto
Seguir estas reglas de forma estricta y ortodoxa siempre, y de buenas a primeras, es quizás muy retador. Mucho menos cuando el entorno nos ayuda poco. De hecho en mucho más de una ocasión me he “cachado” a mí mismo rompiendo una de ellas. No obstante vale la pena hacer el esfuerzo.
Mi exhortación es que lo veamos como un proceso gradual de re-educación o incluso de desintoxicación mental. Es decir, dar pasos lentos, pero constantes y consistentes. Y no frustrarnos si nos damos cuenta que hemos roto alguna pues no se trata de autoflagenarnos, sino de abandonar malos hábitos.
Y si necesitas un recordatorio fácil que resuma estos principios, sería éste: No hay mayor acto de nobleza que el respetar al ausente…