Esconda la Toalla…

Noviembre 8, 2013

Roberto (nombre ficticio): Oye Ney, estoy pensando emplearme nuevamente, al menos un tiempo, puesto que mi empresa sigue en stop y los gastos y compromisos se siguen sumando. Mi otro proyecto requiere de un capital que no tengo. Como tienes mucho contacto con empresas y demás, si sabes de algo interesante dame una voz de alerta.

Yo: Envíame si quieres el CV pero la realidad es que no te recomiendo que te emplees. No porque esto sea malo, pues existen muchos trabajos retadores e interesantes, sino simplemente porque tú tienes un gen que solo lo tiene un porcentaje mínimo de las personas. Este es la capacidad de transformar ideas en negocios. Y una vez se activa ese gen es difícil desactivarlo. Eres joven y soltero así que tus gastos personales son mínimos. “Resetea” el millero y arranca con otro negocio o reinventa el tuyo. Déjale el darse por vencido a otros

Noviembre 12, 2013

Roberto: Gracias por las palabras. A veces quienes rodean a uno limitan y predisponen con sus consejos basados en sus miedos propios. Este empujón extra en el que básicamente te dices “sigue intentándolo”, era algo muy necesario. La verdad que la situación está muy complicada y tanto los nuevos proyectos como re- inventar el antiguo tomarán tiempo y probablemente recursos que no tengo, por eso veo el tema de emplearme temporalmente, no como algo definitivo.

Yo: OK. Un abrazo.

Julio 27, 2014 (8 meses después)

Roberto: ¡Hermano! Tenía que tomarme el tiempo para desearte unas felicitaciones especiales en tu cumpleaños. En noviembre 8, me regalaste unas palabras que en el momento fueron sencillamente la medicina que necesitaba para reafirmar mi propósito y retomar un camino en mi vida profesional. Solo para que sepas el impacto que han tenido; me mantuve en ese camino, busqué enfoque y cambié la actitud bastante (que era necesario). Con algo de humildad y paciencia empecé a opinar y ayudar a una persona cercana que había comprado una empresa complementaria a la mía. Para resumirte la historia de estos últimos 7 meses; hace 1 mes aprobaron un proyecto de mi autoría y en el que estoy asociado para construir una planta similar a la mía pero unas 7 veces mayores. Se están produciendo como jamás soñé. Quizás no todo se debió a tu empuje y a reafirmarme mi capacidad, pero créeme que fueron esas palabras las que sostuvieron mi voluntad cuando ésta quería quebrarse. Estoy en deuda contigo, y siempre contento de que estés en salud como espero que recibas el día de hoy y muchos más! ¡Un abrazo Ney!

Ney: ¡Uao hermano! ¡Qué bien! ¡No me pudiste dar un mejor regalo de cumpleaños!

Esta conversación, sutilmente editada para hacerla más ligera y comprensible, sucedió entre un servidor y un joven emprendedor quien, uno o dos años atrás, se había reunido para presentarme un proyecto online que desarrollada paralelamente con su otro negocio.

Cuando leí esta última nota de Roberto no pude evitar ir al inicio de nuestras conversaciones para leer qué tan trascendente era lo que le había dicho. Por más que lo leí no le vi mayor trascendencia. Lo que no visualicé es que lo importante de ese mensaje no era qué decía sino cómo se lo dije y en qué momento. Dicho de otra forma, era justo lo que él necesitaba en ese momento. Tampoco pude evitar recordar una imagen (que incluyo en este post) que ilustraba la importancia de no rendirse.

Realmente lo que le dije a Roberto en ese corto mensaje es algo que he convertido en una filosofía personal, adaptada de una expresión popular heredada del boxeo: “Cuando tengas el impulso de tirar la toalla, escóndela”. Es decir, justo en ese preciso momento que sientas todo el deseo, la intención y el impulso de abandonar una iniciativa, un proyecto o un esfuerzo; visualiza qué harías si no tuvieses otra alternativa que no sea la de seguir adelante. Este principio, muy parecido al concepto de “quemar las naves” de Hernán Cortés, nos ayuda a poner las cosas en perspectiva pues nos permite saber si realmente estamos tomando una decisión precipitada basada en una situación puntual o coyuntural de frustración, desencanto o agotamiento y la cual podríamos superar; o si realmente se trata de algo irremediable.

Esta regla no tiene una aplicación precisa ni funciona siempre, pues muchas veces puede ser tan o más perjudicial persistir y que por orgullo o terquedad sigamos invirtiendo tiempo, recursos y energía en algo que está condenado al fracaso. Pero sí definitivamente nos permite al menos hacer el ejercicio mental de saber si realmente nos estamos rindiendo demasiado temprano. Recordemos la famosa frase de que: “nunca es tan oscuro como cuando va a amanecer”.

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