Me Rescataron

Hace aproximadamente un año un consultor asociado de nuestra empresa y yo estuvimos realizando una presentación a un grupo de ejecutivos de un importante cliente. Entre los ejecutivos presentes en la reunión me llamó mucho la atención el manejo de un joven quien, además de mostrar un dominio de los temas tratados, evidenciaba de forma energética un evidente orgullo por su empresa y todos los proyectos e iniciativas que ésta venía desarrollando. Al final de la reunión nos quedamos conversando todos informalmente. Durante la conversación él comentó que tenía casi 20 años en la empresa, a lo que no pude evitar poner la cara de extrañeza, pues en todos los años que tenía trabajando con esta empresa nunca le había visto. Su respuesta espontánea y sincera, acompañada de una sonrisa, me dejó realmente pasmado: “Lo que pasa es que a mí me rescataron hace apenas un año…”

Aun perplejo con aquella respuesta espontánea de aquel profesional y embargado por la curiosidad no pude evitar preguntarle a que se refería con que le habían “rescatado”. Su respuesta fue la siguiente: “Mire. Yo tenía como cinco años en la pequeña oficina en un área geográfica de poco volumen de negocio. Hace un año aproximadamente el señor ‘N’ solicitó alguien que le ayudara por unas semanas con un proyecto específico. Por lo visto, como yo estaba relativamente ocioso en la oficina, me enviaron a ayudarle. Resultó que él quedó tan satisfecho con mi trabajo durante esas semanas, que cuando llegó el momento de yo regresar a mi puesto él me indicó que yo iba a trabajar con él directamente y me promovió. A eso me refiero con que me rescataron.”

Pocos días después de aquella reunión tuve el placer de almorzar con el Sr. “N”. El Sr. “N” era uno de los principales ejecutivos de la empresa y apenas tenía un año en esta como parte de la “nueva era” de esta organización. Durante el almuerzo le comenté la anécdota del “rescate” y al terminar de escucharme se rio a carcajadas y luego procedió a contarme la historia de ese joven. Resulta que este tenía una superior que se sentía amenazada y opacada por él y por ese motivo gestionó su “destierro” a un área donde sus talentos fuesen más difíciles de exponer y sus capacidades más complicadas de evidenciar. Luego terminó la frase diciendo “esta empresa se perdió por muchos años de grandes aportes que pudo hacer ese muchacho. La suerte que tuvimos es que él amaba tanto la empresa que no se nos fue”.

Al terminar ese almuerzo me puse a reflexionar en la cantidad de personas que probablemente están “desterradas” en las organizaciones hoy día solo por la falta de mecanismos adecuados de identificación de talento, ausencia de planes de desarrollo, evaluaciones de desempeño arcaicas y sobre todo, un liderazgo totalmente inconsciente de cuál es su rol: servir. Y ese destierro, contrario al caso de esta historia, no necesariamente es físico. Existen muchas personas cuyo talento, compromiso, energía y creatividad están literalmente coartados y limitados por un sistema que no los potencia o incluso hasta penaliza sus manifestaciones. Me puse a analizar también en los miles de clientes que muchas empresas pudiesen ganar (o evitarían perder…), los enormes costos que se pudiesen ahorrar y las grandes innovaciones que podrían hacer con exactamente los mismos empleados que tienen, con tan sólo hacer un pequeño ajuste: Liberar su potencial.

Pero más que en esos “desterrados” pensé mucho más en todas esas personas que están “auto-secuestradas” por sus paradigmas, su victimismo, sus “expedientes mentales” y por su derrotismo. Son también aquellas personas que se han desmotivado de por vida por una situación particular o coyuntural, sin entender que quizás ese era el aprendizaje que necesitaban para madurar o el empujoncito que necesitaban para tomar decisiones sobre su vida. Son también aquellos que han optado por responsabilizar a otros por todo lo que sucede a su alrededor. Son además aquellos que se “echan a muertos” tan pronto las cosas no salen como esperaban, sin pensar en cómo reinventarse para poder montarse en “la siguiente ola”. Son incluso aquellos que, víctimas de su apatía, han asumido un patrón de vida auto-destructivo y peor aún contagioso a todos los que les rodean.

Imaginen por un momento que el joven protagonista de esta historia se hubiese vuelto una persona “rosca izquierda” o amargada y hubiese bajado su desempeño durante su “ostracismo corporativo”. ¿Le hubiesen propuesto para aquel proyecto? O imaginen si durante ese mes que trabajó en el proyecto no hubiese dado su 100%, pues a fin de cuentas en un mes iba a regresar a su puesto anterior. ¿Hubiese podido hacer un trabajo que mereciese la atención del Sr. “N”? Lo que hizo este joven es lo que se denomina elevarse por encima de las circunstancias. ¿Está usted elevándose por encima de las suyas?

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