Ese día…

Hace unos días escribí esto y lo compartí con algunos amigos. La respuesta ha sido tan positiva, y las recomendaciones de que lo haga llegar a más personas tan frecuentes, que he optado por incluirlo como un post en este blog. Y de esta forma también queda guardado para la posteridad.

Ese día…

A todos, tarde o temprano, nos llega ese día. Muchas veces es de repente y sin esperarlo; otras, tras una profunda reflexión; en otros casos, es tras una acumulación de factores, y en varios, es resultado de un esfuerzo planificado. Pero a todos, tarde o temprano, nos llega…

En ese día, sientes que ya no tienes nada que demostrar, que la aprobación de otros es bienvenida pero no imprescindible y que los demás —a cuyas opiniones dábamos tanta importancia— también cometen errores y tienen defectos y miedos como tú. Te das cuenta de que lo que hayas dicho o hecho un día no necesariamente refleja quién eres ni te define de por vida. Reconoces que no hay dinero en el banco ni propiedad que compense renunciar a tus principios ni negar tu esencia. Entiendes que nadie es más importante que sus semejantes y que, independientemente del nivel de confort que tengamos, al final de cuentas todos somos pasajeros con un mismo destino.

Entiendes que un éxito sustentado en el fracaso o desplazamiento de otros no brinda placer. Que el poder es una ilusión temporal y creada por conveniencia. Que muchos de quienes nos elogian y reconocen tienen una agenda propia detrás. Y que los que nos aprecian y admiran de verdad no necesariamente nos lo dicen de forma expresa. Ese día reconoces que la familia es lo más importante. Pero que los amigos que escoges son vitales. Y, sobre todo, que, aunque no digan “presente” todos los días, son los primeros que estarán ahí cuando los necesites.

Comprenderás que absolutamente nada justifica ni te da el derecho a hacerle la vida más miserable a alguien. Que tus verdades son solo eso, tus verdades, y no las del mundo que te rodea. Entenderás que esto es un paseo, y que es muy probable que en algún momento te pasen factura por lo que hiciste o no por los demás. Y, sobre todo, que cuando estés a punto de terminar el paseo, te vas a arrepentir más de lo que no hiciste o dijiste que de lo que hiciste y dijiste.

Interiorizarás de una vez y por todas que decir “no sé”, “no entiendo”, “no puedo”, “no quiero”, “no debo”, no te hace peor persona. También que decir sinceramente “perdón”, “lo siento”, “discúlpame”, sí te hace mejor persona. Pero, más aún, que si el otro no los acepta, es su problema. Te darás cuenta de que el único activo valioso e irremplazable que tienes es tu tiempo y le darás su justo valor.

Descubrirás que el ir por la vida con poses y no ser tú mismo es una condena a la infelicidad, y que, por el contrario, ser auténtico es la única vía para sentirte pleno. Y de que el estatus es una ilusión. Identificarás la enorme cantidad de veces que el ego y el instinto de supervivencia se interpusieron entre tu esencia y tu decisión final. Y las graves consecuencias que eso tuvo para ti y, sobre todo, los demás.

Notarás que absolutamente todo lo que ha sido y es más importante para ti no lo puede comprar el dinero. Quizás en algunos casos este ayude a facilitar obtenerlo. Pero nunca lo podrá comprar directamente. Comprenderás el verdadero valor de una sonrisa, un abrazo, una caricia, decir “te quiero”, “gracias” y de dar los buenos días, tardes o noche a todo con el que te cruces de frente.

Integrarás el hecho de que, como estás de paso por este mundo, y al igual que lo harías si alguien te presta su casa, lo menos que puedes hacer es dejar este mundo tal cual lo encontraste. Pero que idealmente deberías dejarlo mejor. Si no, ¿para qué se te dio el privilegio de ocupar este espacio?

Te aseguro que si no te ha llegado ese día llegará. Solo espero de corazón que cuando sea el momento y sientas que debes hacer algo respecto a algunos de estos aspectos, tengas la energía, salud y tiempo por delante para hacerlo. En otras palabras, que ya no sea demasiado tarde…

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