Hace unos años estaba en una sesión de mentoría con un joven profesional independiente de estrato humilde al que yo estaba apoyando con mi tiempo y experiencia. Durante nuestra conversación en mi oficina, el joven se quejaba de que las cosas no iban a la velocidad que él aspiraba. Asimismo, se quejaba de que no estaba recibiendo acercamientos de posibles clientes con la misma frecuencia de antes ni sus clientes tradicionales estaban requiriendo sus servicios como habitualmente.
Como conocía que aquel chico había sido muy activo en las redes sociales en el pasado, con excelentes resultados para el pipeline de su incipiente negocio, le pregunté cómo iba él con este tema. Me confesó que en los últimos meses había estado bastante inactivo. Como también sabía que participaba en actividades profesionales y formativas relacionadas con su carrera y no desperdiciaba ninguna oportunidad para hacer networking, le pregunté que estaba haciendo al respecto. Me respondió que estaba asistiendo muy poco a esos eventos. Por último, le pregunté cómo estaba su estrategia de acercamiento a clientes potenciales y de seguimiento a clientes actuales. Me explicó que por la cantidad de trabajo que tenía, combinado con el poco ánimo que le acompañaba últimamente, su estrategia de contactos había estado muy rezagada.
Tras escuchar sus respuestas, me incliné hacia delante y le dije: “Recuérdame cuál es la ruta que tomas desde aquí para regresar a tu casa hoy”. Me indicó que debía caminar 1.5 kilómetros en la Avenida Abraham Lincoln para tomar el metro en la Avenida John F. Kennedy en dirección hacia Los Alcarrizos, luego debía bajarse en una parada y tomar un autobús o vehículo público para finalmente, una vez cerca de su destino, tomar un motoconcho o caminar un kilómetro adicional si aún había luz del sol.
Al final de su explicación, le dije con firmeza y mirándole a los ojos: “Imagina ahora que, por cosas de la vida, la suerte va a estar merodeando mañana muy cerca de este edificio. ¿Tú crees que ella va a estar dispuesta a hacer todo ese recorrido para irte a buscar a tu casa?”. Recuerdo como hoy cómo se le puso el rostro pálido por unos segundos, asintió con la cabeza y me respondió: “100 % entendido. ¡No tiene que decirme más nada! Muchas gracias”. Desde ese día a la fecha, su actividad se ha triplicado y ya subcontrata a dos chicos más que le ayudan a prestar servicio a sus clientes.
Mi mensaje con aquella pregunta para aquel chico —y que asumo que la gran mayoría de los que están leyendo este post lo entendieron a la primera— es que a la suerte hay que ayudarla a que nos encuentre y que para esto debemos tomar acciones constantemente que nos pongan en su radar. De hecho, en mi primer libro “Las 12 preguntas” indico que “la suerte tiene problemas de visión y solo ve a las personas cuando están en movimiento”. O tal y como indico en mi Carta del director de nuestra revista Gestión: “Hay que facilitarle el camino a la suerte para que nos encuentre porque, lamentablemente, a veces es muy tímida para entrar a nuestras casas. Y para facilitarle el camino a la suerte definitivamente hay que estar en el medio. En otras palabras, para sacarse el premio mayor lo primero que hay que hacer es estar en el globo…”
Esta historia cobró especial relevancia el pasado miércoles 15 de enero, cuando tuve en mis manos por primera vez el ejemplar de la edición española de RESTART publicada por la prestigiosa casa editora Editorial Kolima. En ese momento de emoción, realicé en mi mente una película mental de la cadena de acontecimientos que lo hicieron posible. Recordé la invitación que hice a la presentación de mi primer libro en España a Javier Fernández Aguado, el más prolífico autor de habla hispana en temas de liderazgo y dirección, coach ejecutivo de grandes CEO y considerado por muchos como el Peter Drucker de habla hispana. También recordé como aquel respetado señor, con más de 60 libros publicados, no solo fue a mi actividad, sino que compró el libro, lo leyó y me dio su apreciada valoración.
Recordé también como, cuando al terminar RESTART, me atreví a pedirle a Javier que escribiera el prólogo, a lo que accedió generosamente. Recordé además como, sin tener mucha confianza con él, le pregunté si podía introducirme con alguna casa editorial española, a lo que me respondió de manera realista pero alentadora: “No es nada fácil publicar en España. Con más motivo viviendo fuera del país. De todas maneras, vamos a intentarlo. Voy a comentarlo con editoriales a las que tengo acceso directo y, si alguna manifiesta interés, te pongo en contacto para que podáis avanzar. Voy a hacer las gestiones que están en mi mano. No te prometo nada, porque hay muchísimos autores que no logran su propósito en una editorial convencional”. El resto es historia.
Algunos dirán que en este caso no hubo suerte. Pero sí la hubo. Y mucha… Piensen tan siquiera por un segundo si este caballero, con una apretadísima agenda, no hubiese aceptado la invitación de un autor dominicano desconocido que presentaba su primer libro (y autopublicado por más decir) en Madrid. ¿Y qué hubiese pasado si él no hubiese comprado el último ejemplar del libro que quedaba en la actividad? ¿Y qué hubiese pasado si se hubiese disculpado de escribir el prólogo dados sus múltiples compromisos? ¿Y, si en medio de tantas responsabilidades, no hubiese escrito aquel email introductorio a una prestigiosa editora? ¿O incluso qué hubiese pasado si a esta editora, que estaba en ese momento de vacaciones, se le hubiese perdido ese email en su bandeja de entrada y no hubiese leído ni respondido aquel mensaje? Y si sigo, no termino. Definitivamente hubo mucha suerte. Pero esta tuvo mi ayuda con todas las gestiones y acercamientos que realicé. En pocas palabras, yo cree las condiciones para que la suerte actuara con facilidad.
Algo crucial: nada de esto hubiese sido posible si el libro no hubiera estado a la altura de las expectativas mías, de Javier y de Marta Prieto Asirón, la presidente de Editorial Kolima. Y para eso trabajé duro por cuatro años y recibí el apoyo de mucha gente talentosa. A fin de cuentas, como bien dijo Séneca, “la suerte es donde la oportunidad se encuentra con la preparación”. Así que, ¿qué esperas para ponerle las cosas fáciles a la suerte?