Hágalo, o siga haciéndolo…

En estos últimos dos meses, debido en esencia a que probablemente he estado más tiempo de lo prudente en actividades del Cuadrante 1 de la Matriz del Tiempo de Franklin Covey, he dedicado menos tiempo de lo que regularmente acostumbro a una de las actividades que más me gustan y me llenan: escribir. No obstante, no he querido terminar el año sin escribir este post. Estoy seguro que al terminar de leerlo, entenderán el porqué de esta decisión.

Hace aproximadamente una semana estuve participando en la graduación de un programa de nuestra empresa SKILLS para una importante institución financiera del país. Como se estila en esas ocasiones, y debido a que casi siempre dentro de la agenda me toca decir unas breves palabras a los graduandos, yo estaba sentado en la primera línea de asientos conjuntamente, con los altos ejecutivos que asistieron. Luego de los respectivos discursos y tal como estipulaba la agenda, se procedió a la entrega de los certificados por parte del presidente de la institución, con la correspondiente toma de la foto a cada uno de los participantes con su certificado. Para esto, y en la medida que les iban llamando, los participantes se iban alineando de dos en dos a la izquierda o derecha del salón hasta que le tocase su turno.

Ya más de la mitad de los participantes habían recibido su certificado y se habían tomado su foto cuando le tocó pararse a un señor, quien se colocó en el lado derecho del salón detrás de una compañera. Por algún motivo este señor no se había puesto correctamente la esclavina, y varios de sus compañeros se lo hicieron saber haciéndole señas con el objetivo de que se la arreglase. Viendo como este señor trataba de ajustarse correctamente la esclavina de forma infructuosa, y notando como su frustración crecía en la medida que se acercaba su momento de proceder a recibir su certificado, no pude evitar pararme y ayudarle a ponérsela correctamente. Luego de ayudarle, el señor con cara de alivio me dio un apretón de mano y procedió a decirme, en tono firme y con una sonrisa mientras levantaba la otra mano con el pulgar hacia arriba en señal de aprobación, algo que me dejó literalmente frisado por unos segundos: “Aplicando la Regla del 100%” …

Con su comentario el señor se refería que, según su parecer, mi gesto hacia él estaba alineado con un artículo titulado La Regla del 100%, el cual yo había escrito hacía más de seis años para la sección editorial de nuestra revista GESTION. Y resultó ser que transcurrido todo ese tiempo, este señor todavía recordaba el mensaje de aquel artículo. Luego de sentarme, todavía un poco sorprendido, me puse a pensar en el hecho de que, si este señor tenía tan fresco este artículo como para mencionarlo de la nada en una situación de esa índole, probablemente ya había reflexionado sobre éste en bastantes ocasiones anteriores. O incluso a esas alturas, había incorporado ese mensaje a su accionar de vida (quizás precisamente por eso estaba entre los que recibían ese día el certificado). O incluso, hasta lo había compartido con muchos otros. Confieso que la sensación de tan siquiera imaginarme la probabilidad de que con ese artículo había impactado, aunque fuese mínimamente una vida, me dio un gran sentido de propósito en ese momento. Decidí no sólo reactivarme escribiendo con la acostumbrada frecuencia, sino que también decidí que precisamente esa anécdota sería el tema de mi próxima publicación.

¿Por qué les comparto esta historia? Porque estoy seguro que todos nosotros, en alguno de nuestros múltiples roles o facetas, hemos desarrollado actividades que nos apasionan o para las cuales tenemos cierto talento, y que quizás en algún momento hemos relegado debido a las presiones del día a día, a la falta de motivación o a la aparente ausencia de tiempo. O simplemente lo hemos dejado a un lado por no considerarlo en ese momento una prioridad. Incluso de repente, tenemos probablemente alguna vocación la cual estamos en permanente estado de aplazamiento debido a que no le vemos sentido o retorno inmediato. Mi mensaje y exhortación es que hacerlo o intentarlo sí merece realmente la pena, pues no sabemos qué contribución al mundo estaríamos haciendo. O si incluso ustedes entienden que ese “algo” que quieren seguir haciendo o empezar a hacer no tendrá impacto alguno, y quieren hacerlo solo para su propio consumo y satisfacción, mi exhortación es que lo hagan como quiera, pues esto le dará la energía y la motivación para proseguir con sus otras labores y responsabilidades. Además, ustedes no saben a cuantas personas cercanas estarán inspirando con tan solo ellos verles hacer eso que a ustedes tanto les apasiona.

Esta víspera de un nuevo año no puede ser mejor ocasión para que ustedes tomen esa decisión. Yo ya he tomado varias luego de ese encuentro fortuito con este señor. Y tal y como les dije anteriormente, este post que ustedes acaban de leer es resultado de una de estas decisiones. ¡Les deseo un muy feliz año 2018!

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