Cuidando lo más importante…

A principios del año 2023, realizamos muy exitosamente nuestro evento The Spring Conference. En las dos semanas previas a esta actividad anual, yo había estado muy estresado con una transacción que estaba resultando bastante accidentada, prolongada y tensa. A eso se le sumaba una situación (gracias a Dios superada) que afectaba a mis padres, y que me desveló más de una noche, incluyendo la previa a la conferencia.

En la mañana del día del evento, como siempre acostumbro, saludé a la mayor cantidad de asistentes posibles. Y, como siempre, estaba muy agradecido con todas las personas que nos apoyan en nuestros grandes eventos y que nos han permitido llegar a donde estamos hoy. Nadie tenía por qué enterarse de mis temas personales, así que puse mi mejor cara. Sin embargo, y para mi sorpresa, una participante amiga a la que saludé efusivamente me preguntó si me pasaba algo. Luego otro amigo, con aún más confianza, me preguntó: “¿Y esa cara de preocupado que tienes?”. Extrañado, les dije a ambos que no tenía nada y que todo estaba OK. En ese momento mi única prioridad —y lo que ocupaba el 100 % de mi energía mental— era que todo saliese excelentemente.

El evento iba de forma espectacular. Cerca de la hora del intermedio para el brunch, surgió un inconveniente técnico inesperado, que, aunque imperceptible para los clientes, revertía cierta envergadura y requería de la atención de los técnicos audiovisuales y de parte de mi equipo. La situación fue corregida ágilmente, pero no dejaron de ser unos minutos un poco tensos. Siendo sincero, esto me contrarió un poco.

Superado el incidente, durante el brunch, continué mis acercamientos para conversar y compartir amenamente con los participantes. Para mi sorpresa, dos personas más, —con las que también tengo cierta confianza—, me preguntaron si yo tenía alguna situación o preocupación. Sorprendido, les dije que no. O al menos eso pensaba yo …

Durante la segunda sesión del evento, una muy buena amiga se dirigía hacia la puerta del salón y, al verme, hizo una pequeña desviación para acercarse a la mesa donde yo estaba para decirme sonriente y en tono bajito: “Quita esa cara”. Les confieso que no salía de mi sorpresa: al final de esa jornada, cinco personas que me conocían en otras facetas o habían compartido conmigo en múltiples actividades formativas, de una forma u otra, me habían dejado un mensaje muy claro: yo no estaba bien del todo. Y, aunque yo no me diera cuenta —o pretendiera que otros no lo notaran—, por lo visto, era evidente.

¿Por qué les cuento esta historia personal? Porque, a partir de ese episodio hasta cierto punto anecdótico, validé una teoría que siempre he tenido: es prácticamente imposible disimular cuando no estamos del todo bien.

La pregunta obligada podría ser qué gano yo con saber que otros notan cuando no estoy del todo bien. Mi respuesta es que debemos tener presentes que la primera persona a la que no podemos engañar es a nosotros mismos. Y que no hay nada más indiscreto que nuestro propio cuerpo. Si no hemos dormido bien, si no nos estamos alimentando bien, si no estamos descansando, desconectando y descomprimiendo lo suficiente, si no tenemos mecanismos de compensación cuando estamos sometiendo nuestro cuerpo a estrés excesivo y si no estamos cuidando nuestra mente y salud emocional, entre muchos otros aspectos, nosotros mismos, —consciente o inconscientemente— nos pondremos en evidencia. A veces, lo hacemos con una baja en el desempeño; en otras ocasiones, con un exabrupto inesperado; en otros momentos, con una complicación de salud, y, en otros, será, como en mi caso durante el evento, con una cara de poema que solo nosotros no nos damos cuenta que la tenemos. La pregunta, entonces, es qué debemos hacer al respecto. Mi respuesta es que debemos trabajar constantemente en nuestro bienestar físico y mental. Y actuar en consecuencia.

Cuando hablo de bienestar físico y mental, hablo de optimizar nuestro sueño, priorizar la realización de algún tipo de actividad física, monitorear nuestra alimentación y buscar espacios de descanso y desconexión. Pero también hablo de cuidar los insumos que le hacemos a nuestra mente, es decir, cuidar y observar la calidad de nuestros pensamientos. La gran realidad es que, así como en las instrucciones de seguridad de vuelo se nos indica que, en caso de descompresión, nos pongamos la mascarilla primero y luego ayudemos al otro, de esta misma forma, solo podremos ayudar a los demás a estar bien si nosotros lo estamos primero.

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