Una Llamada Agradecida…

¡Ring! (sonido llamada interna en mi teléfono)
Yo: “Sí dígame”.
Mi asistente: “Sr. Díaz, le llama el Sr. Pepín Corripio”.
Yo: “¿Quién?”
Mi asistente: “El Sr. Pepín Corripio”.
Yo:
(sonriendo y pensando en cuál de mis amigos me estará gastando una broma). “Humm. Gracias. Pásame la llamada”.
Yo: “Si buenas”.
Un señor: “Sí hola. Le habla Alberto Lizardo. Un momento por favor que Don Pepín le va a hablar”.
Yo:
(sigo sonriendo pero empiezo a dudar si es una broma) “Sí claro. Muchas gracias”.
Don Pepín: “Hola buenos días. Le llamo para darle las gracias por la carta que me envió en días pasados”.
Yo:
(Un poco sorprendido, quitando la sonrisa y cambiando a un tono más formal) “Gracias a usted Don Pepín por tomarse el detalle de llamarme para darme las gracias.
Don Pepín:
(En tono extrañado por mi respuesta). “Pero eso es lo menos que uno puede hacer si recibe una carta felicitándolo”.
Yo: “Se sorprendería usted de la gente que no lo hace. Su llamada acaba de reconfirmarme que su éxito no es casual. Le agradezco el gesto”.
Don Pepín: “Bueno. Un placer conversar con usted y muchas gracias de nuevo”.
Yo: “El placer ha sido mío”.

Fin de la llamada.

Todavía sin salir de mi agradable sorpresa traté de recordar a qué carta era que se refería Don Pepín. Recordé rápidamente que unas semanas atrás había visto en una revista un listado de los diez empresarios más exitosos del país y a mi entender la selección había sido tan acertada que me motivé a escribirle una carta de tres líneas felicitándolos por su selección. De éstos, varios me escribieron una carta formal. Pero sólo Don Pepín, precisamente el primero de la lista y de los pocos de ésta a quien no tengo el placer de conocer, fue el único que llamó personalmente a dar las gracias…

El objetivo de este post en esta ocasión es muy simple: destacar la importancia de agradecer. Cada día nos vemos involucrados en docenas de situaciones o circunstancias que ameritan y requieren expresiones de gratitud de nuestra parte. Sin embargo ya sea por pereza o dejadez, por descuido, por arrogancia, por el “rush” o simplemente porque damos por asumido que el otro sabe que se lo agradecemos, no nos tomamos el detalle y apenas unos segundos de nuestro tiempo para estos fines. De esta forma al final del día se nos va acumulando un enorme número de “agradecimientos” pendientes, que al final de la semana se transforman en una lista infinita. Con esa indiferencia y sin darnos cuenta, en muchas ocasiones vamos “minando” poco a poco la voluntad de los demás, quienes en ocasiones necesitan reafirmación de sus acciones.

Ser agradecido no se trata sólo de dar unas gracias por cortesía. Eso es ser sólo educado. Se trata también de crear espacios o momentos para decirles a los demás que valoramos sus gestos y sus detalles o que notamos sus esfuerzos. Y me atrevo a ir más allá;  deberíamos crear el hábito de hacer un repaso diario (o semanal) de todos nuestros agradecimientos pendientes y dedicar tiempo a “bajar el inventario”.

Si el argumento a todo lo arriba planteado es que no tenemos tiempo, pensemos por un momento en el hecho que si Don Pepín, con la cantidad de empresas que dirige y las variables que controla, puede sacar el tiempo para llamar a un desconocido a darle las gracias por una carta de tres líneas, ¿cuál es exactamente la excusa que podríamos tener nosotros para no hacerlo para situaciones de mucha mayor importancia y con personas de mucho más relevancia directa para nosotros? Y quisiera terminar este breve post con una frase que leí en día pasados y que me permito traducir y compartirles: “Nunca te canses de hacer pequeñas cosas por los demás, pues algunas veces son precisamente esas pequeñas cosas las que ocupan el mayor espacio en sus corazones”.

¿A quién le va usted a dar las gracias hoy?

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