¡Sálgase Ya Mismo!

Eran principios del año 1998 y se me ocurrió añadir a mi “holgada” agenda, repartida entre mi trabajo a tiempo completo como director ejecutivo de una organización empresarial, mis labores nocturnas dirigiendo mi propia empresa y mis actividades docentes por las tardes en la universidad, un nuevo proyecto: un programa de TV sobre gerencia. Pero al menos en esta nueva “aventura” tenía dos socios más. O mejor dicho, dos compañeros de viaje.

Como los tres teníamos trabajos a tiempo completo, escogimos reunirnos todos los fines de semana para trabajar con este nuevo “bebé”. Todos los sábados nos reuníamos largas horas, nos asignábamos las tareas a realizar y volvíamos a reunirnos la semana siguiente para rendir cuentas. Sin darnos cuenta el tiempo transcurrió y llevábamos más de un año con la iniciativa y no se veía ni remotamente una fecha para el nacimiento del “bebé”. Sin lugar a dudas habíamos caído en una especie de “trampa híbrida” entre las trampas 5 y 7 ( ver Las Siete Trampas) al extremo tal que uno de los compañeros optó por abandonar el proyecto.

Viendo que la carga de trabajo era demasiada para dos, y conscientes de la imperante necesidad de incorporar sangre nueva al proyecto, optamos por buscar un socio nuevo. Transcurrido un tiempo de búsqueda infructuosa. un día mi socio me sugirió incorporar a un compañero de trabajo suyo a quien no conocía personalmente, pero de quien tenía excelentes referencias. Dado el evidente aletargamiento del proyecto dije que sí sin pensarlo mucho y muy pronto estábamos reunidos con nuestro nuevo socio.

No íbamos ni por nuestra tercera semana de “acoplamiento” cuando iniciando la tercera reunión nuestro nuevo socio nos dijo: “Señores ya tengo el canal, ya negocié con ellos y arrancamos a grabar este jueves”. “¡Pero si todavía no estamos listos!”, exclamamos al unísono. “Bueno señores, ya el compromiso está hecho e incluso ya di el cheque del avance para asegurarlo todo, pues también había otra persona interesada en esa hora”. No hay que entrar en detalles gráficos de la discusión que se generó ahí, pero ya había una realidad más que inminente: el compromiso estaba hecho. En cuatro días tuvimos que ultimar todos los detalles que no se habían definido al 100% durante meses. Además tuvimos que buscar un invitado, aprobar el logo final, adquirir el mobiliario, diseñar y hacer el set, buscar un productor, buscar un editor, gestionar al menos dos o tres anunciantes y sobre todo, armarnos de valor para cuando dijesen por primera vez “1,2,3 grabando”… Ese jueves no sólo grabamos nuestro primer programa, el cual fue todo un éxito, sino que así lo continuamos haciendo semanalmente durante cuatro o cinco años más… Para mí este episodio de “lanzamiento al vapor” del programa fue una especie de “epifanía empresarial” pues definitivamente fue un gran aprendizaje evidenciar en carne propia lo que eres capaz de hacer cuando te has comprometido con algo y no hay otra opción. Lo que aprendí en esa experiencia, la cual le agradezco a este socio, lo convertí en un hábito…

Quienes por una vía u otra han leído alguna de mis Cartas del Director en GESTIÓN o quizás uno que otro post de este blog, probablemente han notado una tendencia. Y es que salvo algún descuido, siempre trato de no dar consejos o recetas personales, sino más bien compartir experiencias, reflexiones, aprendizajes y sobre todo consejos que me doy a mí mismo. Esto porque no me siento con la autoridad y mucho menos con las suficientes “cicatrices” para servirle de guía de vida a nadie. No obstante, y dado el hecho de que lo he podido constatar y validar una y otra vez, me voy a tomar el atrevimiento de dar un “tip” para avanzar y progresar en la vida. Este “tip” consiste en desarrollar el hábito de generar  de forma intencional y reiterada “compromisos” que le obliguen a salirse continuamente de su zona de confort.

Con salirse de la zona de confort me refiero a crear a propósito, condiciones o situaciones que le obliguen a usted a ir en una sola dirección, y esta es hacia adelante, para lograr el objetivo o la meta que siempre ha querido cumplir. Los ejemplos de formas de generar estos compromisos son infinitos. Lo que no podemos perder de vista es que debe ser algo que de no cumplirlo nos impacte o nos afecte, pues de esta forma pondremos todas nuestras energías y empeño para cumplirlo. Y lo ilustraré con un ejemplo personal de cientos que podría utilizar. La primera vez que se presentó la oportunidad de traer un gran speaker internacional, estaba consciente que el reto era tan intimidante para mí en ese momento y tan fuera de mi zona de confort que cualquier excusa me iba a servir de argumento para no hacerlo, o al menos aplazarlo. Así que sin pensarlo dos veces e incluso sin que me lo requiriesen, envié un avance de honorarios sustancial, el cual en caso de perderlo me iba a doler. Así, sólo tenía una sola opción: hacer el evento y recuperar ese monto.

Los seres humanos por naturaleza tendemos a la estabilidad y ésta se encuentra precisamente en la zona de confort. El único problema, o la gran paradoja, es que el crecimiento y el progreso están siempre fuera de esta zona. Al referirme a salir de la zona de confort no hablo de meterse en “líos” fuera de su capacidad y posibilidades y que al final terminarán quitándole el sueño, robándole las energías, limitando su capacidad de maniobra y empeñando su futuro. Dicho de otra forma, salirse de la zona de confort no es sinónimo de meterse en la zona del «disconfort”. Recordemos una vez más que el motivo de salirse de la zona de confort tiene como sólo objetivo: avanzar, nunca retroceder…

Por último, recordemos que los retos e incluso los problemas son para el cerebro lo mismo que las pesas y el ejercicio son para los músculos. Al principio duele mucho y cuesta bastante manejarlos. Pero en la medida que de forma sistemática y constante vamos ejercitándonos, pues no sólo desarrollamos cada vez más la capacidad sino que en el proceso generamos grandes beneficios para nosotros.

Entonces, ¿qué espera usted para salirse ya mismo de su zona de confort?

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