El “conversao” con Belkis…

Hace poco más de una semana, mientras regresaba de viaje luego de participar en la reunión anual de Franklin Covey, aún con las secuelas de un largo recorrido y con un apetito voraz, opté por entrar al lounge de la aerolínea donde hice la conexión para regresar a Santo Domingo. Mientras estaba sentado en una mesa descansando una joven con la sonrisa a flor de piel y acento latino se me acercó a preguntarme si todo estaba bien y si podía ayudarme con algo. Al ver el nombre en su distintivo le pregunté si era dominicana, a lo que respondió afirmativamente dando curso a una extensa conversación aprovechando el hecho de que el lounge estaba prácticamente vacío.

Como siempre sucede con esas edificantes conversaciones que me encanta sostener con personas de todos los estratos de nuestra diáspora, la conversación con Belkis fue una verdadera inmersión al mundo del inmigrante dominicano y sobre todo, como casi siempre sucede, una interesante historia de superación, sacrificios y esfuerzos. No obstante, en esta ocasión mi gran aprendizaje y reflexión no vino de la historia personal de Belkis. Vino de algo que sucedió a mitad de nuestra conversación.

Mientras conversamos nos pasó de frente un señor quien nos saludó cortésmente. Cuando ya el señor se había retirado, de la nada ella hizo un comentario con un tono como si las palabras le salían del alma y acompañado de un profundo suspiro: “Ese hombre es una verdadera bendición que esté aquí”. Sorprendido le pregunté quién era ese señor y me comentó que era su supervisor. Curioso le pregunté por qué era una bendición que él estuviese allí, dando lugar a la siguiente respuesta:

“Mire don. Los que laboramos aquí entramos todos los días a las 5:00 am o incluso antes, pues el lounge abre a las 6:00 am. Yo tengo suerte que vivo relativamente cerca, pero aquí hay gente que se tiene que levantar a las 3:00 am para estar aquí. Usted ve esto aquí ahora un chin vacío, pero aquí hay horas, días y temporadas donde uno no se puede parar ni para ir al baño. ¿Usted se imagina que encima de este trabajo uno tuviese un jefe malo y desconsiderado?”

Continuó diciendo: “El hombre es muy exigente y si tiene que echarnos nuestro boche nos lo echa. Pero lo hace solo cuando está justificado. Todos aquí sabemos que se preocupa por nosotros y siempre está velando porque estemos lo mejor posible. El hombre no guarda distancias y habla con nosotros como si fuese uno más. Además, no está encima de uno todo el tiempo mientras uno haga su trabajo bien. Con un jefe así uno no necesita que le estén diciendo todo el tiempo que haga las cosas bien y correctas. Uno simplemente se esfuerza al máximo para que él quede bien con sus superiores, pues si él queda bien nos lo dejan aquí y todos salimos ganando”.

Sin ninguna intención y con sus palabras llanas mi amiga Belkis me dio en ese momento la mejor definición de Liderazgo y Empowerment que había escuchado en mucho tiempo. Lo interesante de todo esto es que el episodio resonó con una frase del fenecido Dr. Stephen Covey y que había escuchado de nuevo apenas un par de días antes: “Liderazgo es comunicarles a las personas su valor y potencial tan claramente, que estos lleguen a verlos por sí mismos”.

Lo que más me llamó la atención de lo que Belkis me comentó es que en ningún momento ella me dijo que el supervisor era bueno porque no les exigía, les perdonaba indisciplinas, les toleraba incumplimientos o les dejaba pasar por alto errores evitables. Ella dijo que él era bueno por algo muy importante: se preocupaba por ellos. Ser líder no se trata de ser perfecto, de copiar un modelo o de ultrajar su propia personalidad. Se trata de tener una clara orientación hacia que las personas desarrollen su máximo potencial.

Si usted es de los que a veces la forma les neutraliza el fondo y se siente que es un mal líder, les termino este post con esta otra frase del Dr. Covey: “La gente perdona los errores, porque los errores suelen ser cosas de la mente, del juicio. Pero no se perdonan fácilmente los errores del corazón, la mala intención, los malos motivos y la justificación que por orgullo pretende encubrir el error”. En pocas palabras, con raras excepciones, la gente normalmente sabe cuándo usted tiene o no malos sentimientos como líder.

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