Una cualidad clave…

Los más de veinte años que tengo en el negocio de la formación y capacitación me han convertido en una especie de “testigo silente” de la radical transformación y recomposición del entorno empresarial del país en las últimas dos décadas. De hecho, podría fácilmente decir que a estas alturas he visto casi todo tipo de situaciones.

Sólo por citar algunos ejemplos, he visto:

  • A poderosos conglomerados empresariales desmoronarse y desaparecer, y otros nuevos grupos resurgir de las cenizas de estos.
  • Empresas familiares centenarias ser vendidas a multinacionales y de igual forma, filiales locales de multinacionales ser compradas por grupos familiares del país.
  • A feroces competidores fusionarse ante la amenaza de un enemigo común y mayor.
  • La integración vertical exitosa de numerosas empresas y el rediseño de modelos de negocios de muchas otras.
  • A empresas exitosas fracasar por una diversificación mal planificada.
  • Dos ventas de una misma empresa en menos de 24 meses.
  • La entrada repentina y exitosa de competidores extranjeros a nuestro mercado, con la consiguiente recomposición del éste.
  • Fracasos rotundos de importantes empresas foráneas al pretender replicar sus modelos de negocios a la realidad local.
  • A empresas locales defender con coraje su ganada cuota de mercado y otras claudicar ante la entrada de un nuevo e innovador competidor.
  • Lamentables divisiones de empresas familiares y de igual forma, a otras empresas familiares reinventarse exitosamente.

Como es obvio, las empresas están compuestas de personas. Y como también es obvio, en todas estas situaciones, y muchas más, los movimientos de las personas en estas organizaciones han sido muchos. Como resultado, he visto a altos ejecutivos perder sus trabajos de la noche a la mañana y lograr reinventarse profesionalmente y así mismo, a otros jamás recuperarse de ese cambio. He visto a muchos adaptarse y prosperar exponencialmente en la nueva realidad de sus empresas y a otros quedarse «hibernando» en la nostalgia hasta que «les den sus chelitos». He visto a empleados despedidos transformarse en emprendedores prósperos y de igual forma a ex empresarios hacer la transición a altos ejecutivos de forma exitosa. He visto incluso a empleados comprar sus empresas en dificultades, recuperarlas y convertirlas con mucho esfuerzo en líderes de su sector. He visto también poderosos compradores y «dueños» de grandes presupuestos verse precisados a irse del otro lado de la mesa, teniendo que vender y defender sus propuestas, algunos haciendo el crossover exitosamente y otros no tanto. Todo esto por mencionar algunos ejemplos de muchos otros.

Las habilidades, competencias y destrezas que han permitido que algunos avancen y otros no, en todos estos escenarios de cambio antes mencionados, no son las mismas. Mucho menos me atrevería a especular que existe una receta o fórmula para estos fines. Cada caso es único y cada situación tiene sus propias particularidades o responde a realidades distintas. Sin embargo, he podido identificar una cualidad clave y transversal en todas las personas que como el Ave Fénix han salido fortalecidas en estas situaciones de cambio, versus las que no. Esta cualidad que he podido detectar en absolutamente todas y cada una de estas personas es que éstas son personas aterrizadas.

¿A qué me refiero con ser una persona aterrizada?  Las personas aterrizadas no están aferradas a nada ni a nadie. Saben que absolutamente en cualquier y en todo momento las cosas pueden cambiar, por lo que no permiten que el estatus o la posición las defina. Estas personas tratan bien a todo el mundo (empleados, compañeros, clientes y proveedores) pues saben literalmente que todo es posible en esta vida y que mañana se puede depender del que hoy se maltrata. Son también flexibles y resilientes adaptándose a las nuevas circunstancias, y si en alguna ocasión se ven precisadas a asumir responsabilidades o posiciones de menor envergadura, lo hacen tranquilamente y con el mismo entusiasmo. O si incluso tienen que bajar su estandar de vida temporalmente no se amargan y lo hacen tranquilas pues, al no haber permitido que su posición los definiera, simplemente «lo disfrutaron mientras duró». Y no me refiero a que estas personas se resignan, sino a que éstas simplemente saben que todo en la vida es cíclico y que si se dejan caer no estarán en las mejores condiciones para cuando venga la subida de la ola. Además, saben que si se «echan a muertas» bajarán la guardia y no estarán alertas a las oportunidades. Además, estas personas están tan seguras de su talento que saben que más temprano que tarde alguien, o inclusive ellos mismos, los va a aprovechar al máximo. En resumen estas personas tienen la capacidad poder campear los temporales.

Estoy seguro que más de uno al leer este artículo y luego de hacer su «inventario mental» dirá que estoy equivocado en mi planteamiento, pues a su memoria llegaron algunas personas que ha prosperado en procesos de cambio más bien en base a factores como la adulación, la intriga y el BAM (bulto, allante y movimiento) que por ser personas aterrizadas o poseer otras cualidades. Les diré que a primera impresión esto puede ser cierto. Pero les aseguro que a pesar de su aparente éxito, muchas de esas personas viven aterradas de ponerse en evidencia pues saben que su talento no es la carta o credencial para su éxito. Aparte de que, por lo regular, esto no es sostenible y cae por su propio peso. Además, recordemos como inicié este artículo hablando de los numerosos cambios en nuestro entorno empresarial, por lo que la coyuntura favorable de hoy que le permitió a alguien “colarse” puede cambiar radicalmente de la noche a la mañana.

Así que si no lo ha hecho quizás es buen momento empezar a practicar a ser aterrizados, y así quizás evitar que algún día este aterrizaje sea forzoso…

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