¿Y cuál es su mejor trampa?

En abril del año pasado tuve el honor y el placer de participar como jurado de las rondas semifinales del Global Student Entrepreneur Award (GSEA), evento realizado en Frankfurt, Alemania por Entrepreneurs Organization (EO). En los días previos a esta actividad, la cual coincidía intencionalmente con otro evento global de esta organización, los organizadores del evento realizaron una serie de actividades extracurriculares para los miembros. Mi compañero dominicano y yo escogimos un tour por la ciudad, y como siempre sucede en estos casos, ya en la primera parada se habían formado varios “grupitos” y ya habíamos entablado conversación. En nuestro grupo estaba una muy simpática y conversadora señora de aparente origen asiático. Su nombre era Kalika y era de Los Ángeles, California. 

Al llegar a nuestro segundo destino un amigo colombiano se acercó a mi compañero y a mí y nos dijo: “Kalika fue la que se inventó el Luxe Link“. Ante nuestro gesto de total ignorancia, nos indicó que este era un accesorio muy popular para colgar carteras, mientras se acercaba a ella para pedírselo y mostrárnoslo. Al ver lo que era no solo lo reconocí, sino que incluso recordé que este era un accesorio que en una ocasión habíamos encargado a hacer con nuestro logo como un detalle para nuestras clientes. De hecho, se lo comenté a ella y me respondió sonriendo: “Pues me debes unos royalties”. Como ustedes entenderán ahí mismo cambiamos de tema… Aún dudoso y creyendo que se trataba de una broma, lo “googleé” y en efecto ella lo había inventado. Espontáneamente y en tono jocoso me le acerqué y le dije: “Yo no sabía que andábamos con una inventora famosa, hay que tomarse una foto contigo”, a lo que, claro está, ella accedió luego de una carcajada.

La agenda posterior fue muy intensa y los grupos se recompusieron, así que no tuve mucha oportunidad de conversar en profundidad con Kalika. Y tampoco el ambiente se prestaba para ello. Pero a la salida del almuerzo y mientras caminábamos a uno de los lugares a visitar, me las ingenié para preguntarle cómo había sido su proceso para inventar este producto. Su respuesta fue simple y sencilla: “En una ocasión estando de viaje me dieron en un restaurant un gancho para colgar mi cartera. Investigué en mi país si podía comprar un accesorio similar y me di cuenta de que todos los que hacían esta función no eran ni cómodos, ni fáciles de transportar, ni estéticos, ni tampoco elegantes. Y tampoco estaban disponibles muy fácilmente. Así que diseñé uno, lo patenté, hice un primer pedido y empecé a venderlo (ver: https://www.luxelink.com). Luego, varias marcas me pidieron comprar los derechos para utilizar el diseño y el resto es historia”. Con total naturalidad y una sonrisa terminó diciendo: “Yo simplemente me inventé una mejor trampa para ratones*”. 

Lo llamativo para mí de esta cortísima conversación con Kalika fue lo simple y natural de su planteamiento en lo que se refiere a pasar de la idea a la acción. Honestamente, por lo que pude palpar de esta emprendedora no me la imaginaba pensando por un minuto en que su idea no iba a funcionar, o que si a esas alturas no se lo había inventado alguien era por algún motivo, o que probablemente eso ya existía, o que ella no tenía ninguna experiencia en vender este tipo de accesorios o que quizás alguna gran empresa se lo iba a copiar y la iba a sacar del mercado o incluso, que ella iba a descuidar sus otras fuentes de ingreso. Ella simplemente identificó una necesidad, infirió (o quizás investigó) que ella no era la única con ese “dolor”, encontró la forma de hacerlo mejor y asumió el riesgo. El resto es historia…

Lo realmente ilustrativo y educativo de esta historia es que no les estoy hablando de Elon Musk, Steve Jobs, Kia Silverbrook, o Shumpei Yamazaki. Ni tampoco del origen de Uber o Airbnb. Estoy hablando de una persona normal con un producto simple y sencillo, pero con las agallas de empujarlo hacia adelante. Dicho de otra forma, cualquiera de nosotros puede ser Kalika. Y una vez dicho esto, me pregunto: ¿Cuántos de nosotros hemos tenido ideas de un mejor producto o servicio y las hemos descartado debido a alguno de los motivos que mencioné en el párrafo anterior? ¿O incluso por temor, inseguridad o porque entendemos que no contamos con los recursos para hacerlo? ¿Cuántos de nosotros hemos tenido una idea de negocios y la hemos descartado sin tan siquiera validarla? 

¿Y en las empresas donde trabajamos? ¿Cuántos de nosotros hemos “enterrado” ideas para que nuestros compañeros no piensen que estamos queriendo destacar más de la cuenta, por temor a hacer el ridículo, por miedo a tener algún conflicto o simplemente porque no nos compete? Todo esto sin darnos cuenta de que estamos privando a la empresa, que dicho sea de paso nos ha dado la oportunidad de ganarnos la vida, de algo que quizás le agregaría gran valor. Y que además, y por qué no decirlo, estas ideas nos pueden poner en el radar para futuras promociones, aumentos o reconocimientos. Y mi pregunta final es: ¿Y qué estamos esperando?

En lo personal, ese breve episodio con Kalika me puso a pensar esa noche en todas las “mejores trampas para ratones” que se me habían ocurrido a lo largo de mi vida y que, por una razón u otra, o mejor dicho, por una excusa u otra, no habían prosperado de la fase de idea. También, traté infructuosamente de pensar en todas las autojustificaciones que me había dicho a mi mismo para ni siquiera plasmarlas en una libreta. De lo que estoy seguro es que la gran mayoría de estas excusas y autojustificaciones no tenían fundamento alguno. 

Mi exhortación es que la próxima vez que le llegue una idea de una “mejor trampa de ratones” piense en Kalika, quien gracias a una idea sencilla y el coraje para llevarla a cabo, hoy día hace dinero mientras duerme (adicionalmente a sus demás negocios) y además es una emprendedora muy reconocida (si lo dudan simplemente “googleen” su nombre). Quién sabe si repente en un par de años yo también estaré contando su historia por aquí… 

* Esta es una expresión anglosajona (build a better mousetrap) y es parte de una frase atribuida a Ralf Waldo Emerson que sirve para indicar cuando se hace una mejora sustancial a algo que ya existe. 

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