El verano antepasado estuve parte de mis vacaciones en un pueblito catalán de la Costa Brava de Cataluña y del que es originaria mi familia materna. El primer día de mi estadía, en la mañana mientras daba mi primera caminata de exploración e inmersión por el pueblo luego de más de 15 años sin visitarlo, me topé de frente con un estanco (pequeño negocio de venta de cigarrillos, revistas, libros, prensa, golosinas, etc.) el cual tenía en su frente un letrero con el siguiente mensaje: «Paren la Dictadura del Señor Alcalde» el cual obviamente me llamó mucho la atención.
Esa misma noche me reuní con un amigo de adolescencia para ponernos al día luego de muchos años sin vernos. No pude evitar preguntarle por la historia detrás de ese letrero que tanto me llamó la atención. Me comentó que la dueña del estanco llevaba varios años con ese letrero en protesta por el hecho de que habían transformado la calle donde estaba su negocio en una calle peatonal y ella atribuía la baja de sus ventas a este hecho. Le comenté que me resultaba extraño el planteamiento, pues entendía que los productos que ella comercializaba eran productos que los compraba mucho más fácil un peatón que alguien en su vehículo, a lo que él me explicó que siendo un pueblo pequeño, el negocio funcionaba como una especie de “drive-thru”.
Al escuchar el comentario vino a mi mente la imagen de aquella calle peatonal. Era una calle vibrante con numerosos restaurantes, cafés, bares, pizzerías, heladerías, panaderías, pequeñas boutiques, una farmacia, e incluso una tienda de conveniencia. Desde mi punto de vista lo que antes era una calle fría e inhóspita se había tornado en un atractivo boulevard. Luego pensé si realmente, y contrario a la teoría de su propietaria, ese nuevo volumen de tráfico hacía los otros negocios no le resultaba conveniente para su negocio. Y que quizás la bajada de sus ventas se debía a que probablemente el mix tradicional de productos del estanco son productos con cierta inclinación a la baja en las ventas debido a tendencias globales como la salud y el internet. También me pregunté de repente qué tanto podría haber incidido en sus ventas el tener en su frente un letrero blanco de extremo a extremo atacando a un alcalde de un pueblo (y donde probablemente muchos habitantes y/o sus familias trabajaban en ese ayuntamiento), o incluso que a los clientes le atendiese una señora con cara de amargada.
Pensé que de repente lo que quizás en su momento fue una bajada temporal en sus ventas en lo que el mercado se ajustaba (o ella se ajustaba al mercado) luego del cambio, al final se convirtió en una especie de profecía auto-cumplida debido a su mala gestión del cambio. Analicé qué hubiese pasado si en lugar de oponerse y resistirse a una medida inevitable, esta señora hubiese dedicado esas energías a ampliar y renovar el mix de productos de su estanco de acuerdo al perfil de los nuevos visitantes del boulevard. O de repente hubiese reinventado su negocio por completo y aprovechado las ventajas de ese punto comercial tan favorable dentro del boulevard. O incluso, si por motivos personales se negaba a dejar su negocio tradicional, por qué incluso no considerar la opción de vender el punto a un precio altamente favorable, guardar una parte para su retiro y abrir su estanco en otro punto.
El incidente me hizo pensar en una frase que escuché de Don Peppers en una conferencia nuestra: “antes, si no te montabas en el tren del cambio éste simplemente te dejaba. Y en ocasiones éste iba tan lento que si te dabas cuenta a tiempo incluso apurándote un poco lo podías alcanzar. Ahora, si no te montas, éste simplemente te atropella”. También me puso a pensar en la cantidad de conocidos, relacionados y negocios que todavía están aferrados al pasado y a formatos de negocios y esquemas de gestión con una obvia tendencia a desaparecer. Y lo más doloroso aún es que sus energías, en lugar de estar dedicadas a buscar nuevas propuestas de valor y modelos de negocio que se adapten a los tiempos, casi en su totalidad están enfocadas a defender a capa y espada la permanencia del status quo.
Como también escuché a Ram Charan decir en otro evento nuestro; “una vez una tendencia social toma curso, es muy poco lo que podemos hacer para confrontarla exitosamente”. El cambio es como la belleza. Es decir, depende del cristal con el que se mire. Pero la realidad es que nada lo puede evitar y, o nos adaptamos a él y lo capitalizamos (o incluso lo generamos nosotros mismos) o estamos destinados a eventualmente desaparecer. Pero siempre recordemos algo, y es que en un alto porcentaje de las ocasiones, si nos sabemos adaptar a éste, tenemos la mente abierta y no tratamos de enfrentarlo éste siempre termina siendo fuente de inagotables oportunidades y posibilidades de crecimiento jamás pensadas.
¿Está usted dispuesto a montarse en el tren?