La clave de la reinvención…

No sabremos nunca si estamos del todo preparados, pero mientras más lo estemos, más lejos llegaremos. Ese principio es, según mi parecer, la clave de la reinvención.

Era un día cualquiera de 1979 y, como era costumbre tres veces por semana, mi hermana y yo arribamos a las 5:00 a. m. a nuestra práctica matutina de natación (también practicábamos todas las tardes y los sábados). Al llegar, nos extrañó ver a los entrenadores junto con varios de nuestros compañeros de equipo afuera de las instalaciones. Al preguntar qué pasaba, nos indicaron que la piscina estaba cerrada, pues no habían llegado a tiempo los químicos para mantenerla en condiciones óptimas para su uso. Transcurridos unos 15 minutos, los entrenadores nos reunieron y nos indicaron que no íbamos a perder esa mañana, pues estábamos a ley de dos semanas de una competencia internacional muy importante. Inmediatamente, improvisaron una rutina de ejercicios de fortalecimiento y nos pusieron a correr varias vueltas alrededor de las instalaciones.

Los químicos no llegaron ni ese día, ni tampoco el día siguiente. Y, por lo visto, no llegarían pronto. Ante esta disyuntiva y con semejante compromiso competitivo delante, nuestros entrenadores optaron por desarrollar formalmente una rutina de ejercicios todas las tardes (las madrugadas quedaron suspendidas) para trabajar nuestra fortaleza muscular, resistencia cardiovascular y flexibilidad. Fue apenas dos días antes de la competencia cuando, al fin, llegaron los famosos químicos y pudimos practicar de nuevo en la piscina.

Y llegó el día de la competencia. Todos estábamos cabizbajos y temerosos, pues nos sentíamos en franca desventaja frente a nuestros compañeritos de otros equipos que no habían tenido ese percance. Las motivaciones de nuestros entrenadores (que tampoco mostraban demasiado entusiasmo) no valieron de mucho. Era como si todos deseáramos no estar ahí o, incluso, que se suspendiera la competencia. Era llamativo el silencio de todos mis compañeros de equipo en el área de espera de nuestra competencia. La sensación era como si fuésemos vacas que íbamos al matadero o soldados capturados a punto de ser llevados por el enemigo al paredón de fusilamiento.

Empezaron las competencias e inmediatamente iniciaron las sorpresas. Competencia tras competencia y uno tras otro, todos en nuestro equipo mejorábamos o, en el peor de los escenarios, igualábamos nuestros tiempos anteriores. No salíamos de nuestro agradable asombro ante tan inexplicable fenómeno. Recuerdo que nuestros entrenadores tampoco lo hacían. ¿Cómo podía ser que estuviéramos teniendo semejante alto desempeño cuando apenas pudimos entrenar en la piscina dos días antes de la competencia? Terminamos la competencia extrañados, pero felices. La realidad es que el lunes siguiente nuestros entrenadores no hablaron mucho del tema. Supongo que no querían destacar aquel acontecimiento para que no creyéramos que si no entrenábamos nos iría mejor… Y así fue como el episodio se olvidó y volvimos a la rutina regular de entrenamientos. Pero sí recuerdo que a partir de ese día incorporamos muchos más ejercicios fuera de la piscina a nuestras rutinas de entrenamientos.

Con el tiempo, entendí la lógica detrás del fenómeno de aquel fin de semana. Resultaba lógico que, llegado un momento, el cuerpo se acostumbrara tanto a una determinada rutina de ejercicios que ya no evolucionaba igual, pues esta ya no representaba un reto para el cuerpo. De igual forma, someter el cuerpo a una constante e indetenible rutina de ejercicios sin mucho descanso para recuperarse y asimilar el ejercicio, hoy día está demostrado que resulta contraproducente. Con la madurez, aprendí que lo que había sucedido con nuestro desempeño aquel fin de semana aplica de forma inequívoca a nuestro desempeño intelectual, laboral, empresarial, etcétera. Es decir, si hacemos exactamente lo mismo todos los días, es altamente probable que nuestro rendimiento mejore debido al dominio que da la práctica. Pero, a partir de un punto, nos estancaremos y, en el mejor de los escenarios, nuestro progreso será incremental.

Solo en la medida en que incorporemos, aprendamos o practiquemos actividades y adquiramos conocimientos adicionales que complementen lo que hacemos, el crecimiento será exponencial. Esto es lo que se denomina desarrollo no lineal y es resultado de algo que se denomina el efecto interacción, cuyos conceptos desarrollan magistralmente en detalle Zenger, Folkman y Edinger en este artículo del Harvard Business Review titulado “Haciéndote indispensable”. Es por motivos como este que un corredor de Fórmula 1 hace ejercicios para fortalecer los reflejos de la vista, hace pesas y práctica meditación. Y es por eso que una cantante famosa realiza ejercicios aeróbicos o un gran orador hace teatro. En momentos en que reinventarnos es una prioridad, es muy importante tener el principio del efecto interacción.

Muchos con los que he conversado desde que inició la pandemia sobre la gran relevancia de reinventarnos y, más aún, de hacerlo a partir de trabajar en reforzar aquellas áreas complementarias a nuestras fortalezas, en ocasiones me preguntan: «¿Pero cómo me voy a preparar para un escenario futuro del que no tengo la más mínima idea de cómo será?». Mi respuesta siempre se las ilustro con un ejemplo. Les digo: “Imagina que estamos en esta conversación y de repente nos llaman a ambos para decirnos que mañana tenemos que correr el mismo maratón. Es probable que, como ninguno de los dos nos hemos preparado, no lleguemos a la meta. ¿Pero cuál de los dos crees que llegará más lejos? ¿El que hace una rutina de ejercicios de resistencia cardiovascular todos los días, se alimenta bien y descansa lo suficiente o el que no ha hecho nada de esto?». Cuando me dan su evidente respuesta, termino diciéndoles: “Pues aplica este mismo principio a tu vida, ya que lo que viene para todos nosotros, desde el punto de vista profesional y personal, es más retador que cualquier maratón”. En pocas palabras, no sabremos nunca si estamos del todo preparados, pero mientras más lo estemos, más lejos llegaremos. Ese principio es, según mi parecer, la clave de la reinvención.

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